Actualmente, Asia alberga el 53% de la
población urbana mundial, seguida de Europa (14%) y América Latina y el Caribe
(13%). Este crecimiento demográfico genera importantes problemas urbanos en el
continente. La segregación residencial es uno de ellos, considerada un fenómeno
urbano que no solo afecta al entorno físico construido sino también las
relaciones sociales dentro de la ciudad.
La ciudad ya no es entendida como una sola unidad sino más bien,
como un conjunto de unidades [o fragmentos] que conviven entre sí separados por
barreras, rejas, muros, cámaras, sistemas de vigilancia y seguridad... Estos
elementos divisores se convierten en herramientas indispensables para asegurar
el funcionamiento de cada 'unidad' delimitando claramente una relación
adentro-afuera, inclusión-exclusión, residente-foráneo...
Es interesante destacar que la mayoría de estos procesos de
segregación conllevan a la privatización de ciertos espacios de la ciudad que
alguna vez fueron públicos como las aceras, plazas, espacios verdes, calzadas,
parques, etc. Generalmente, estos espacios pasan a ser mantenidos por empresas
privadas, contratadas por los mismos residentes, que se encargan de la
seguridad en el perímetro, la vigilancia de la calle, la recolección de
basura... Así, la privatización del espacio público genera la pérdida de
significación social de los espacios que antes eran públicos, y a la vez,
conlleva un desprecio hacia lo común y compartido en una ciudad abierta para
quienes deciden excluirse. El encierro no hace más que endurecer el aislamiento
de espacios urbanos y difunde, de alguna manera, una atmósfera de exclusividad.
Pero este problema no solo radica en las causas estructurales como
pueden ser la violencia, la desigualdad social, la dejadez, la escasa acción
estatal para disminuir los actos delictivos… sino también se atribuyen a causas
relativas a los actores sociales, quienes toman la decisión de excluirse, y a
los mismos entes gubernamentales que autorizan y apoyan esta acción.
Las autoridades competentes de
estas ciudades deberían reconocer que muchas políticas públicas se están
convirtiendo en mecanismos de segregación tanto residencial como
socio-espacial, cerrando pasajes, caminos peatonales, parques, espacios de
juego y zonas verdes... A fin de cuentas, ¿de quién es la ciudad? ¿Dónde está
el derecho a ella? ¿A quién pertenecen los espacios públicos?
Extracto recogido de “El País”: El encierro de la ciudad
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